Secretos abiertos
“La Razón es la última que se entera de que los cuadros hablan de un nuevo mundo romántico poblado de hombres, mujeres (sobre todo), animales y monstruos con el corazón blanco, conscientes de sus pesares pero también del entero derecho a soñar como se quiera o como se pueda. Hay una versión de la condición humana que se repite en los cuadros de Teresa y –yo diría- gira en torno a nuestra dulce imperfección, al intento valeroso de asumirnos con nuestros sueños y nuestras carencias.
La pintura de Teresa reivindica el derecho a la atrevida timidez, a la pureza de los mejores deseos y se expande como una amistad sin estrategias, encaminada a la ternura, suceda o no con la frecuencia que quisiéramos
Federico Ruiz de Lobera
Esta nueva etapa se caracteriza porque pinta singulares imágenes que evocan un mundo onírico, pero con un profundo enraizamiento en la vida. Se puede observar en el frondoso árbol que siempre está presente junto a su Inner child: imagen recurrente representada por una madre amorosamente abrazada a su bebé -madre universal que protege a su niño interior.
En esta etapa domina el color azul: hasta las figuras son azules. Dentro de esa gama de azules, aparecen los verdes intensos de la naturaleza que les rodea. Todo ello remite a un mundo órfico, errante y misterioso, de tipo surrealista que contrasta con detalles de gran realismo, como los zapatos de la madre, de un otro, un profundo enraizamiento en la vida, reflejado no sólo en el poderoso árbol que protege a la inner child, sino en sus retratos a su marido: El hombre con el pavo real, o a sus hermanas La que sabe. Experimenta con todas las técnicas: Imprimaciones, serigrafias, linoleum… Pinta mujeres misteriosas, evanescentes, en la línea de Chagall o Modigliani.